lunes, 29 de noviembre de 2010

CRÓNICA CERVANTINA

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CRÓNICA CERVANTINA

Por Rebeca López

Guanajuato, Gto. Como pocos en este país, el Festival Cervantino (tildado de Internacional a toda honra, ya que a su médula concurren manifestaciones de medio globo y más) mezcla, dentro de su carácter estrictamente cultural, expresiones de todo tipo y variada catadura: que si música clásica contemporánea, espléndido; que si teatro clásico o de vanguardia, bienvenido. Espectáculos de calle y manifestaciones pictóricas varias, de todas las sangres corren por las venas de este notorio festival en el cual ahora me encuentro, enviado por W Radio, con el fin de abarcar lo más posible durante estos días.

Por supuesto, la música no es en modo alguno excepción a la regla de calidad que priva en el Cervantino y la música popular lo es menos aún: ya desfilaron por el escenario Cervantino calidades como las de Óscar Chávez -acompañado por el buen maestro Jaime López, de cuya calidad sería ya reiterativo comentar-, Paquito de Rivera y su jazz desparpajado -acompañado de la Zinco Big Band mexicana, en memorable concierto-, Willy Chirino y su rumba ligeramente agusanada -dirían los cubanos que lo alucinan.
Una de las bandas presentadas en la pasada edición del Festival Cervantino fueron los Babasónicos, con mucho (y quien lo dude abrirá una sabrosísima discusión de la que habría que participar) la banda argentina en activo más popular de cuantas desfilan en escenarios en este momento. Tocó pues Babasónicos en el Cervantino y, honestamente, se quedaron cortos con relación al entusiasmo del público que esperaba al grupo lleno de júbilo y colmaba de tope a tope la explanada de la Alhóndiga.

Ocho de la noche en punto, la hora anunciada para el inicio del concierto y el volumen en las bocinas colocadas estratégicamente sube, mientras un gigantesco telón del color de la noche se abre para dejar escapar, junto con una barbaridad de hielo seco, los primeros acordes con que los Babas acallan los alaridos de sus fans. Adrián Dargelos aparece por el lado derecho del escenario y aquello es la hecatombe. Todo mundo espera un grito, una frase memorable, un cajonerísimo “¡Hola, Guanajuato!” o algo. Pero nada. Dargelos no anda de humor para platicar con la gente que, en algunos casos, ha esperado por casi cuatro horas para aplaudirlo al lado de su banda. Él sólo viene a cantar y en ello se concentra. Después de todo, su chamba como front man de una banda es precisamente esa y el resto serían amables añadiduras, aunque, claro, un poco de comunicación con el respetable por parte de una súper estrella siempre es un lindo detalle.

Los éxitos se dejan ir sobre el público como vagones de un tren perfectamente encarriladito: “Putita”, “Pendejo”, “Y qué”, además del sencillo nuevo que mucho de encanto conlleva con esa frasecita que en tantos logra identificación: “Me da igual que te sea indiferente, ya caerás, ya darás un paso en falso”. Muy buena. Pero falta algo: pienso en palabras como “actitud”, “salvajismo” (bueno, los Babasónicos tampoco son los Sex Pistols), “fuerza”.

Dargelos sale del escenario, por alguna extraña razón, casi al final de cada tema y el público se queda como expectante, pero siempre desinflado con la actitud del cantante que sí, hace lo suyo, pero apenas por encimita. Babasónicos vino hasta acá para tocar y se limitó a hacer eso y nada, pero nada más.
Hacia la última parte del concierto, Dargelos suelta un muy fodonguillo “¿Quieren rock?” que repite un par de veces ante el previsible “¡siiií!” general. “Pues tendrán rock” dice de forma un tanto seca y la banda se suelta con “Irresponsable”, con lo que produce el que quizá fue el único momento emocionante de este toquín que, honestamente, a más de uno dejó insatisfecho. Es que venir a Guanajuato, nada menos que a un Festival Cervantino, y tan sólo pararse a tocar sin aparentar más emoción que la transmitida por medio de un videoclip es algo que, al calor de la maravilla de público que Babasónicos desperdició la noche del martes 20, merece por lo menos el calificativo de anticultural. Ja. Anticultural y antiroquero.

¡Ah, qué Babasónicos tan irresponsables!…


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